octubre 03, 1989

¡Lástima que calló tan pronto!

Rosario Ibarra
El Universal
Octubre 3, 1989

..."No hay realidad, no hay duración verdadera, sino entre la cuna y la tumba... Me llaman maestro por razón de no sé qué prestigio de mi palabra y de mis pensamientos, pero soy un niño desamparado ante la muerte..."

María Lenéru: LOS EMANCIPADOS. Acto tercero, escena IV.
(Citado por Mauricio Maeterlinck en su libro LA MUERTE.

DORMITABA recostada en el sofá, con la sala en penumbra para ahuyentar un dolor de cabeza. La tarde del domingo transcurría silenciosa y tranquila. Apenas si de cuando en cuando el bufido de un camión urbano la perturbaba. De pronto escuché el repiqueteo del teléfono, ruido raro en el único día que tomo para el descanso. Mi gente no era quien llamaba –pensé– pues mi familia en Monterrey habló en la mañana y mis compañeras del DF respetan mi reposo y aprovechan su día libre también. Alguna mala noticia, me dije angustiada.... Y así fue. Un periodista preguntaba mi opinión sobre la muerte del ingeniero Clouthier. De pornto, todavía atosigada por la jaqueca y la modorra, no comperndía del todo. Él insistía: "Sí, murió esta mañana en un accidente automovilístico entre Culiacán y Mazatlán".

Y qué había que decir ¡caray! pues que era doloroso, que me molestaba su muerte, que me daba tristeza.

¡Cuánta verdad hay en el refrán aquel! "No hay noticias, buenas noticias".

En cambio las malas corren, vuelan, atraviezan campos y ciudades con la velocidad del rayo y llegan a causar más daño que éste. Las llamadas seguían una tras otra, la mala noticia seguía su camino y todos hablaban, contaban, opinaban, en fin...

Tarde ya, la calma volvió y yo volví al sofá son un martilleo en las sienes y una punzada enla memoria. Me costaba trabajo imaginar al ingeniero Clouthier en la quietud y en la inmovilidad de la muerte. Su vigor y su corpulencia, su vitalidad y su inquietud, parecián un coraza para la parca, pero allí estaba, "desamparado ante la muerte".

En aquella carretera que tantas veces recorrí para ver a mis compañeras, las madres de los desaparecidos de Sinaloa, la muerte acechó su paso y se montó en el fatídico camión para encontrarlo. ¡Canija muerte movediza y veleidosa que lo mismo se lleva al viejo que al joven, al pobre que al rico, a la mujer que al hombre! Se le ha visto desleirse en las olas de las playas y en la calma de los estanques para atacar a los que ha elegido. Se posa al sol en las astas de un toro y se lleva una vida envuelta en sedas y lentejuelas; se hace chiquitita y se mete en los microbios y en la espora añeja y letal; vive amenazante en las manos de los torturadores y ronda las cabezas de los poderosos para inducirlos a ser socios; su guadaña siniestra siega al ras de los campos revolucionarios y su figura desgalichada se torna airosa entre la llamas enormes de los incendios que se llevan vidas a granel.

En medio de estos pensamientos la figura risueña y bondadosa de Clouthier se asomaba empecinada.. Recordé entonces, como en una película (como sucede siempre que alguien a quien conocemos se va por el camino que no tiene retorno). los momentos en los que coincidimos en este espacio que nos toca entre la cuna y la tumba. La primera vez que lo vi fue en Culiacán, en el aeropuerto, hace ya más de una década. Llegó cargando su maleta y un saco de repuesto. Nos subimos en el mismo avión y hasta mi asiento –algo lejano– llegaba su risa fuerte y franca. Él no me conocía. Yo sí sabía quién era: el empresario, el hombre de negocios a quien la fortuna sonrie y me llamó la atención su sencillez al compararlo con oros igualmente favorecidos, que miran a los demás como desde una atalaya, ensorbecidos y fatuos. Después, la lucha nos acercó. Doña Chuyita, una de las madres de Sinaloa, deciá que el ingeniero había hablado con ellas varias veces par expresarles su solidaridad. –"Si llego a ser gobernador –les dijo– sacaré a sus muchachos de donde los tengan". Conociéndolo, no dudo ni tantito que lo hubiera hecho.

Más tarde, candidatos ambos a la Presidencia de la República, nos reunimos aquella noche memorable del 6 de julio, junto al también ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas para ir a Gobernación a exigir cuentas claras. Sentado frente a mí, a un costado del secretario, recuerdo su mirada fija y la insistencia de su reclamo lleno de justicia, que parecía molestar al funcionario.

Hablé con él muchas veces, lo visité en su campamento junto al Ángel y él pagó la visita cuando estábamos las "Doñas" en la Secretaría de Gobernación apostadas en huelga de hambre exigiendo la libertad de nuestros hijos.

En una ocasión nos encontramos en un acto y allí me presentó a su esposa y a varios de sus muchos hijos. Desde este espacio, a nombre de EUREKA, envió nuestra solidaridad a toda la familia en estos momentos de pena por el bien perdido. Puedo asegurarles que siempre respeté al ingeniero porque defendía sus posiciones con convicción y con lealtad; porque lo sentí sincero y honrado y bienintencionado y, sobre todo, porque –como muchos miles de mexicanos– luchaba por la democracia.

Todo lo anterior lo dije muchas veces en vida de don Manuel. Nunca he sido como algunos panegiristas que esperan a que la persona muera para deshacerse en alabanzas. Admiré la tenacidad de Clouthier, su convencimiento por su causa y su manera de plantear las cosas: llana, directa, sin circunloquios y sin elipses.

Desde los lugares que nos tocaron por nuestras diferencias, podiamos sentir una corriente de respeto entre ambos.

Coincidimos en la lucha contra la desaparición y el fraude electoral, contra la represión y en la defensa de la dignidad.

Su voz sonaba clara y fuerte: ¡Lástima que calló tan pronto!

1989: ¡Año de la libertad de todos los desaparecidos políticos!

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