Tatiana Clouthier, Maquío, mi padre. El hombre y el político, México Grijalbo, 2007.
Soledad Loaeza
Abril 17, 2008
Un frío anochecer de 1986 en la ciudad de Oxford, viajaba en autobús con María Antonieta López Portillo. Dos mujeres jóvenes se sentaron delante de nosotros. Escuché que hablaban en español con un acento norteño inconfundible y les pregunté si eran mexicanas. Desenfadadas y alegrotas respondieron que sí. Cuando les dije que éramos del Distrito Federal una de ellas espetó: “Seguro trabajan en el gobierno”. Aclaré que era investigadora invitada en la universidad. Se presentaron: “Lucía y Lorena Clouthier”. Enmudecí. De golpe reconocí los rasgos y el colorido del rubicundo lider empresarial que desde la expropiación de la banca en septiembre de 1982, se había convertido en un vociferante opositor del ex presidente López Portillo. Nos bajamos en la siguiente esquina.
En el testimonio de Tatiana Clouthier encuentro de nuevo el acento norteño, el desenfado y la ingenuidad de aquellas niñas. Esta memoria, escrita con base en recuerdos y anécdotas familiares, quiere ser un homenaje a lo que la hija considera las principales enseñanzas del padre: la defensa de la libertad y el compromiso con la responsabilidad individual. No obstante, Manuel Clouthier no era un liberal pues su autonomía se topaba con un límite infranqueable: la voluntad divina. En ella depositaba su destino y el de los suyos. Así, a la pregunta de porqué un hombre como él se lanzó a la política y estuvo dispuesto a poner en juego su vida y su hacienda en una batalla que muchos de sus amigos y parientes consideraban estéril, la autora responde que los seres humanos somos instrumento de Dios y venimos al mundo para cumplir la misión que nos ha asignado. En esos términos, nos dice, su padre aceptó el trágico suicidio de un hijo preadolescente: “…cada quien viene a enseñar y a vivir su propio aprendizaje de la vida, y que cada quien se va cuando su misión ha sido concluida.”(p.25) Debemos entender que hace extensiva a su padre esta interpretación de la vida y de la muerte, aunque Tatiana Clouthier se rebela contra ella cuando sugiere que el accidente automovilístico en el que perdió la vida fue en realidad un asesinato (p.36 ) .
El estilo coloquial y directo del libro parece ser una de las pruebas que da la autora de su compromiso con las causas y la personalidad de su padre; pero la ausencia del toque mágico de la literatura le imprime aspereza a la narración de la vida cotidiana de los once hijos y de la pareja Clouthier Carrillo. La lectura me hizo extrañar la intervención de un editor riguroso que aliviara el efecto de esta desnudez que nos rinde el retrato de una familia sometida a la vitalidad y energía desbordantes –a veces pueriles—de un padre imponente y arbitrario, que se dejaba guiar por sus emociones, y por la tradición. Las páginas de Maquío, mi padre dan cuenta de las euforias, las depresiones, las intemperancias, y la muy básica religiosidad del empresario que a principios de los años ochenta puso energía y vitalidad, al servicio del PAN y del cambio político. Los mismos rasgos de personalidad que hicieron de Clouthier un esposo demandante y un padre temible, aunque juguetón y amiguero, lo convirtieron en el detonador de la modernización del PAN y, más en general, de la derecha mexicana.
Clouthier abrió el partido a nuevos liderazgos y propuestas, y fundó una poderosa corriente que hoy sigue vigente. Su trayectoria ejemplifica el cursus honorem de los panistas de fines del siglo XX, en particular de los norteños: miembro de una elite local, hace estudios secundarios en Estados Unidos y profesionales en el Tec de Monterrey, administra y funda empresas, ingresa al Movimiento Familiar Cristiano, a la Coparmex, y de ahí al PAN. No obstante, la autora pasa por alto que su padre buscó la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Culiacán, y que llegó a dirigir el Consejo Coordinador Empresarial a propuesta del presidente López Portillo que a Clouthier, como a muchos, deslumbró primero, para “traicionar” después.(p.141)
La mayor parte de este libro está dedicada al padre de familia, en consecuencia son pocas las referencias a su relación con el partido, que fue más o menos armónica, pues el sinaloense estuvo dispuesto siempre a disciplinarse a las reglas partidistas dando muestra de que podía ser humilde ante las propias limitaciones, una actitud que no fue en demérito de su impacto sobre el desarrollo posterior del panismo. Por ejemplo, en la movilización de protesta post electoral del verano de 1988, el liderazgo panista lo dejó solo: mientras Clouthier proponía la anulación del proceso electoral, la dirigencia del partido negociaba distritos y curules con el equipo del candidato del PRI, Carlos Salinas.
Tatiana Clouthier entrecomilla las pretensiones de Vicente Fox de ser el heredero de su padre. (p.154) Mucho tienen en común, por ejemplo, el origen provinciano, la fe en Dios, una experiencia empresarial de éxito limitado, y la política como una segunda opción profesional. Sin embargo, Clouthier jamás mostró la arrogancia personal de Fox ni creyó que en política se bastaba él solo; así dio origen a una corriente y no sólo a una camarilla, por eso su huella en el partido será más profunda y duradera.
La intención de la autora al escribir este libro es darnos a conocer al hombre privado para que entendamos al hombre público. Me pregunto si acaso la imagen que ahora tengo de Manuel J.Clouthier, un hombre bueno, aunque dominado por sus impulsos y por sus debilidades, es la que su hija quería transmitir porque como padre de familia me conmueve, pero me asusta un poco pensar que hubiera podido ser presidente de la república.
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