octubre 01, 1999

Manuel Clouthier, ¡presente!

Luis Felipe Bravo Mena
Comentario
El Universal
Octubre 1, 1999

Diez años han pasado desde el fallecimiento de Manuel Clouthier. Para muchos mexicanos y muy especialmente para quienes estamos en el PAN, Maquío –como le decíamos– sigue presente. Todavía nos duele su muerte, en el momento de su plena realización humana, pero también nos alegran y animan el ejemplo de congruencia, las enseñanzas para la lucha, los testimonios de entrega y los recuerdos de la vida que nos heredó.

En esta evocación de nuestro querido Manuel Clouthier, hemos destacado algunos de los muchos y valiosos rasgos de su riquísima personalidad como político comprometido, como persona inolvidable, como padre de familia ejemplar y como valiente líder social. Recordamos hoy de Maquío el recto sentido con el que siempre interpretó la realidad, su capacidad para conocer y entender la naturaleza de las personas, la de la sociedad y la del Estado, cualidades que le otorgaban a la vez un don excepcional para definir el sentido de lo que la política debía darle a las personas, a la sociedad y al Estado. Con ello construyó su visión justa y honesta, que no era el fruto del academicismo rígido ni de la mera reflexión estudiosa que le hubiesen quizá desviado al camino de la acumulación de conocimientos sin ton ni son, sin un objetivo centrado en el servicio al prójimo.

El recto sentido le venía de la vivencia propia, es decir, de lo que él asimiló a lo largo de su infancia, como estudiante, después como empresario, como agricultor, como dirigente social y finalmente como el gran político que fue. Esta clara orientación, este claro sentido de la naturaleza de la cosas se traducirá en un talento excepcional para identificar con enorme claridad los retos que era necesario enfrentar y resolver en las coyunturas comcretas.

Tuve el invaluable privilegio de conocer y estar cerca de Maquío en varias etapas de su vida. Uno de sus atributos que más me sorprendía era precisamente esa manera en que captaba el momento político, el momento social y el reto a vencer. De ahí pasaba, sin mayor trámite, a la determinación valiente de hacer los cambios necesarios y empeñar en ello el mayor esfuerzo y todos los recursos disponibles.

Clouthier entró a al política cuando entendió que el subdesarrollo político está en el centro de los más graves rezagos y problemas del país; a partir de entonces no tuvo la menor duda de que el verdadero cambio de México tenía que comenzar por la democratización de las estructuras políticas. En su afán por lograr la transición democrática de México no tuvo ningún empacho en hacer a un lado todo lo que había sido anteriormente su vida y, con enorme generosidad, dedicó alma y cuerpo a ese propósito. Asumió el sacrificio sin mirar atrás y entregó todo cuando esa clara interpretación de la naturaleza de las cosas a la que me he referido le mostró nítidamente la magnitud de la batalla que iniciaba. Y aquí aparece otro dato de la personalidad de Maquío que resulta fundamental destacar a diez años de su lamentable pérdida: su generosidad. No es posible concebir un liderazgo de las dimensiones de Manuel Clouthier sin la amorosa donación que de sí mismo hizo hacia las causa justas y nobles que abrazó.

La generosidad estaba entonces en el origen del liderazgo que atrajo y cautivó a millones de mexicanos, generosidad que en política es equivalente también a rectitud. Y aquí fue donde empató plenamente Clouthier con el espíritu de los fundadores del Partido Acción Nacional y de muchas generaciones de panistas que le precedieron. Aquí fue donde se convirtió en destinatario y luego en emisor ejemplar del llamado que hicieran los primeros constructores del PAN: "Hay que mover las almas".

Así fue como Manuel Clouthier se hizo uno solo con la identidad, con la estructura y con el ánimo profundo que siempre ha movilizado a Acción Nacional y a sus causas. Luego de múltiples vivencias, decidió que los principios del Partido eran los suyos propios y que le orientaban en la ruta por la cual debía encauzarse en la lucha política. Entonces, juntos él y el PAN encendieron esos grandes movimientos cívicos y políticos que fueron, primero la valiente campaña por la gubernatura de Sinaloa en 1986 y luego la histórica campaña presidencial de 1988. Porque las gestas en las que se volcó Maquío fueron mucho más que los procesos motivados por la obsesión de la conquista de votos. Sus campañas se convirtieron, como es en Acción Nacional, también movimientos sociales orientados a impulsar la voluntad de los ciudadanos para que tomaran en sus manos, bajo su propio control, los destinos de la nación y la generación del cambio. De esto queda fiel testimonio en su última colaboración para EL UNIVERSAL: "Habemos muchos mexicanos dispuestos al sacrificio por mejorar nuestra querida patria. Lo queremos hacer, además, sin odio y sin violencia, y estamos dispuestos a ser víctimas de injusticias, sabedores de que éstas se revierten contra los golpeadores...".

En este homenaje para un hombre cuyos actos positivos han trascendido a su propia muerte, hacer referencia a hechos que, por deplorables, fueron penosos obstáculos en su justa lucha que adquieren especial relevancia en la coyuntura actual. Maquío creció y se fortaleció como político durante su valiosa campaña por la gubernatura se Sinaloa. Ahí, en el estado de la República en que nació, aprendió muchas de las reglas y realidades que rigen al vida política y electoral de México. En Sinaloa comprendió y se lamentó de la profundidad del daño que a este país le ha hecho el impune fraude electoral. Él mismo tuvo que vivirlo y enfrentarlo para que esa enseñanza fuera plena y por eso le quedó absolutamente claro que el fraude electoral es el veneno que carcome las entrañas de México para empobrecerlo. Uno de los principales autores de ese fraude –sin duda su principal beneficiario– fue alguien que hoy se ostenta como político de manos limpias, como abanderado de un supuesto cambio: Francisco Labastida Ochoa, quien con el apoyo del gobierno federal y con todos los recursos del aparato estatal, pasó por encima de la voluntad libre de los ciudadanos y logró convertir su candidatura del PRI en el puesto de gobernador de Sinaloa.

Queda para la historia el informe que Clouthier mandó publicar sobre el fraude en Sinaloa de 1986 titulado "Cruzada por la salvación de México" en el que queda demostrado hasta la saciedad que la falsa victoria de Francisco Labastida se había fraguado a partir del abuso del poder, del fraude descarado y del oprobio en contra de los sinaloenses. Hoy resulta que se trata del mismo Francisco Labastida Ochoa que compra tiempo en la televisión y aprovecha cuanto foro puede para decir que él es opción de cambio, que él es opción de futuro para México. Quizá olvida que en la mente y en el corazón de muchos mexicanos aún vive la palabra y la denuncia de Manuel Clouthier, Maquío. y que está vigente –como siempre lo estuvo–, a decirle a él que miente, que lo único que verdaderamente puede representar es al sistema antidemocrático y autoritario del que es producto y al cual se debe, y que, junto al pueblo de México, con la claridad y el valor de siempre, con Vicente Fox como abanderado del cambio democrático, lo vamos a lograr en el año 2000.

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