octubre 01, 1990

Conocí a Manuel Clouthier en Morelia...

Cuauhtémoc Cárdenas
México, DF
Octubre 1, 1990

Conocí a Manuel Clouthier en Morelia, en 1981 u 82, en una visita que hizo cuando presidía algún organismo empresarial. Charlamos por unos minutos en mi oficina del Palacio de Gobierno. Él iba a dictar una conferencia a los agremiados de Morelia. La impresión de ese primer encuentro fue la de tener enfrente a un hombre directo, extrovertido.

Volvimos a encontrarnos hasta la contienda política. Nos reunimos unas cuantas veces, candidatos ambos, en el ir y venir de las campañas, en las cortas estancias en la Capital, para comentar sobre lo que se veía venir: el fraude electoral que montaba el gobierno y las acciones que las organizaciones que sostenían nuestras candidaturas, el PAN y el FDN, podrían eventualmente emprender para prevenirlo.

Así llegamos a las elecciones.

El 6 de julio, ya por la tarde, empezaron a recibirse noticias de los resultados electorales. Eran alarmantes. Confirmaban las maniobras del gobierno para imponerse por la vía de un fraude masivo, no conocido en su dimensión hasta esos momentos. Compañeros de nuestras organizaciones empezaron a establecer contactos y a intercambiar informaciones, incluyendo en ello al PRT.

Se nos había avisado de la decisión impuesta en la Comisión Federal Electoral de suspender la información sobre los resultados electorales. El representante del PARM ante la Comisión denunció la falsedad de las cifras presentadas como resultados del distrito de Tula, Hgo., demostrándolo al exhibir las actas levantadas en las casillas. Eso acarreó como consecuencia "la caida del sistema".

Considerando la gravedad de la situación de estimó necesario acudir ante el Presidente de la Comisión Federal Electoral, el Secretario de Gobernación, para enterarlo de la decisión de los tres candidatos presidenciales y nuestras respectivas organizaciones, el PRT, el PAN y el FDN, de defender el voto con todos los recursos de que pudiéramos echar mano y de no reconocer a un gobierno que no tuviera la legitimidad democrática que sólo puede obtenerse mediante el respeto al voto popular.

Antes de ir a Gobernación, Doña Rosario, Manuel y yo nos reunimos en el hotel Fiesta Palace. Ahí firmamos la declaración que conjuntamente presentaríamos a Manuel Bartlett y a la opinión pública. A pie nos dirigimos a Bucareli. Las rejas estaban cerradas, a pesar de haber avisado con tiempo que iríamos. Pasados quince minutos empezaron a abrirse y Manuel, impulsivo como era, cargó como si estuviera en un partido de futbol americano, llevándose de paso a varios compañeros.

Por otra parte, los tres candidatos presidenciales y nuestros respectivos partidarios, sabíamos que presentábamos esta denuncia y hacíamos esta advertencia a Manuel Bartlett, precisamente el responsable de instrumentar la decisión de Miguel de la Madrid, de imponer a su candidato presidencial y mayorías oficiales en el Congreso, a cualquier costo. Sin embargo, ese era el camino para dar a conocer al país nuestra decisión y el compromiso que asumíamos.

Siguieron los días en que los resultados electorales se fueron dando con cuenta gotas y el cuestionamiento de las cifras oficiales fue en aumento. Cada día se conocía de más atropellos, de más hechos violentos, cada día era más clara la decisión del gobierno de imponerse por la fuerza.

El FDN llamó a la defensa del voto. Grandes movilizaciones populares, concentraciones mayores en muchos casos que las de la campaña electoral propiamente dicha. Reafirmación del FDN de su voluntad y compromiso de mantener su lucha con procedimientos pacíficos y dentro de la legalidad.

Ante el ocultamiento de datos electorales por parte del gobierno –recuérdese que los resultados de la elección en 25 000 casillas, el 45% del total, nunca se dieron– y desde antes del 6 de julio, el FDN había propuesto a los partidos de la oposición, el PAN y el PRT, intercambiar información sobre las elecciones. Salvo casos aislados y contados, nunca recibimos información de Acción Nacional. Nunca se no dijo que no se daría, pero nunca se facilitó.

Vinieron después los difíciles días de la calificación de las elecciones y de la demanda de nuevas elecciones. El FDN mantuvo su posición de no otorgar reconocimiento de legalidad a un gobierno surgido del fraude electoral.

En el periodo que corrió de la calificación de las elecciones a la toma de posesión del nuevo gobierno, días en los que participamos en las movilizaciones por la defensa del voto y la legalidad, prácticamente no tuvimos contacto Manuel y yo.


Hacia fines del 88, instalado ya el nuevo gobierno, Manuel se fue a una huelga de hambre para demandar una legislación electoral democrática. Al igual que muchos mexicanos, acudimos varios compañeros del PRD (en formación) al monumento a la Independencia a brindarle nuestra solidaridad. Llevaba ya varios días de ayuno, lo encontramos animoso, entero.

Unos meses después dieron comienzo, en varios foros, las discusiones y consultas para la reforma a la Constitución en aquellos artículos relativos a la cuestión electoral.

En la Cámara de Diputados y en la Comisión Federal Electoral, representantes del PAN y del Partido de la Revolución Democrática -en organización primero y constituido ya después de mayo del 89- analizaron las reformas, las distintas iniciativas, las actitudes que podrían asumirse según se diera el desarrollo de los acontecimientos. Había coincidencia en que la propuesta oficial representaba estrechar el ejercicio democrático.

En esos días me buscó Manuel. Me planteó, como iniciativa personal, la posibilidad de una acción conjunta del PAN y en PRD para impedir la contrarreforma y el consecuente retroceso de la legislación electoral. Le di de inmediato una respuesta positiva y convenimos que ambos, cada quien por su lado, consultaría con su partido. Andaba él por cierto con un problema delicado de salud, una infección que estaba dificultándose controlar. Lo habían operado; se había hospitalizado varias veces.

La dirección nacional y la fracción parlamentaria del PRD decidieron de inmediato apoyar toda acción de conjunto que frenara la contrarreforma y así lo comuniqué a Manuel.

Me dijo, por su parte, que en su partido estaban discutiendo la posibilidad de acción conjunta con el PRD, en su que había posiciones encontradas que no permitían llegar de momento a un acuerdo de trabajo con nosotros. Quedamos de mantenernos en contacto.

Fueron las últimas veces que hablamos, Él viajó a Sinaloa. El debate sobre la reforma constitucional proseguía. Representantes del PAN, el PRD y otros partidos seguían buscando bloquear el retroceso y hacer avanzar una reforma electoral democrática.

Vi a Manuel por última vez el 24 de septiembre en Calvillo, en la campaña para renovar lod ayuntamientos de Aguascalientes. Lo vi de lejos, él no me vio. Terminábamos un mitin del PRD y salíamos hacia Ciénega Grande, Mpio. de Asiento, y Manuel, encabezando una caravana, trepado en la caja de un pick-up, entraba a Calvillo, ruidoso, alegre, combativo.

Con el mes de octubre llegó la noticia del accidente en el que Manuel perdió la vida. A todos nos sacudió y el país vivió una profunda consternación.

Días después, en el Congreso acabó por aprobarse, con escasas y poco trascendentes modificaciones, la iniciativa impulsada por el gobierno. Seguimos pensando que hubiera sido posible cerrarle el paso; el partido oficial no reunía los dos tercios de los votos de los diputados, necesarios para imponer la contrarreforma constitucional. De haberse impedido. estamos seguros se hubieran empezado a ensanchar los caminos del cambio democrático.

En este tiempo de trato más frecuente, poco más de un año y medio, se confirmó mi primera impresión sobre Manuel y se amplió. Además de directo y extrovertido, encontré en Manuel a un hombre con iniciativa, valiente, convencido de sus ideas, satisfecho con lo que había hecho y hacía, amigo, lleno de alegría por vivir.

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